Ser parte

1 de julio de 2008

Para llegar a la escuela en donde cursa 2º año del polimodal, Maira Echevarría debe recorrer unas ocho cuadras, pero a veces el camino se hace más largo. A menudo encuentra rampas obstruidas por autos estacionados y otras que están mal hechas o rotas. Son muchas las barreras que le dificultan desplazarse en su silla de ruedas. Aún así, se considera afortunada por poder estudiar cerca de su casa, ya que muchos chicos que tienen su misma condición física no tienen esa oportunidad.

Maira tiene 17 años; es un poco más grande que sus compañeras porque empezó la primaria un año después. Cuando tenía la edad de ingresar a primer grado, sus papás la anotaron en la escuela 502 de Vicente López, que es un establecimiento especial para chicos con discapacidad motora. “Ese mismo año salió la ley de integración en las escuelas comunes, y como yo no tengo problemas de aprendizaje, la directora de la 502 le sugirió a mi mamá que esperara hasta el año siguiente y me hiciera ingresar en una escuela común.” Sus padres siguieron los consejos y, al año siguiente, comenzaron a buscar una escuela para anotar a su hija. “Probaron de anotarme en la Nº 19 pero no les dieron bolilla. Después fueron a la Nº 10, que queda a tres cuadras de mi casa, y ahí me recibieron sin problema. La maestra que me tocó, además de dar clases ahí, trabajaba en una escuela especial con chicos sordos y la directora era muy luchadora, así que estaban comprometidas con el tema e hicieron todas las gestiones para que el edificio se adecuara.”

En el caso de Maira, gracias a la voluntad de las docentes y a la de sus papás, que formaron la Asociación de Padres “De Adentro Para el Mundo”, hizo que el establecimiento se modificara. “Cada cosa costaba un montón pero lograron que hicieran la rampa en la entrada, el baño con más espacio para poder entrar con la silla de ruedas y, unos años después, un ascensor para que pudiera subir a las aulas de tercer ciclo que estaban en el piso de arriba”, relata.

“Tres años antes de que yo terminara la primaria, mis papás empezaron a trabajar en la escuela media a donde voy ahora. Aún así, todavía no tengo un baño en donde yo pueda entrar. Son tan chiquitos que no paso ni ahí con la silla de ruedas, así que lo que hago es ir al baño antes de salir y después venir bien rápido a mi casa. No me puedo tomar una gaseosa, porque sino no aguanto las cuatro horas”.

“Hacen leyes y leyes pero sería mejor que empezaran por cumplir las que ya están… Nosotros tenemos ganas de ser parte de la sociedad, como cualquier persona, pero necesitamos voluntad de todas las partes para lograrlo.”

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