Sin barreras para jugar

17 de junio de 2008

Una nena de unos nueve años se trepa y sube a una gran hamaca de la plaza Udine, del barrio de Floresta. Resulta un poco incómodo sentarse allí: no hay un espacio para extender las piernas y no se ve otra forma de subir si no es saltando el enrejado que cierra a ese juego. La pequeña se para en la base, y sosteniéndose de los costados, se balancea con mucha fuerza para llegar alto. Luego de hacer fuerza durante un rato, afloja dos trabitas, baja el enrejado de atrás (sólo un poco) y se acuesta. Otro niño se acerca, y la ayuda a hamacarse.

“Así es como se rompen los juegos. Yo no digo que lo usen, pero tendrían que tener cuidado porque hay chicos que los necesitan sí o sí”, observa una joven en la plaza de la esquina de Mercedes y Camarones.

Hay tres chicos más en ese sector del parque que, como explica un cartel, está diseñado “para que los niños con capacidades diferentes puedan jugar como los demás”. Las trabitas que la nena aflojó sirven para bajar uno de los enrejados y convertirlo en una rampa, ya que tanto la hamaca como la calesita tienen espacios amplios para que allí pueda acomodarse cualquier niño que se movilice en silla de ruedas. Pero esta “plaza integradora” –como indica el cartel- no sólo está pensada para chicos con esta característica: un tatetí con piezas que tienen las “x” y los círculos grabados, permite que los niños elijan para qué lado girar las fichas no sólo con la vista sino también con el tacto.

Este sector de la plaza no tiene arena, escalones, ni ninguna otra barrera de las que presentan la mayoría de los parques. Este espacio, cerrado con rejas, y con un banco de cemento rodeándolo por fuera, tiene además un cartel que enseña cómo decir algunas frases utilizando el lenguaje de señas. El lema es: “Todos podemos comunicarnos”. La tinta se gastó un poco desde el 2005, cuando instalaron estos juegos, pero aún se puede aprender cómo preguntar “¿cómo te llamas?” o cómo decirle “amigo” a alguien a través del lenguaje de las manos.

En el otro costado de la plaza, tras otras rejas, se encuentran los trepadores, toboganes (con escaleras), y otros juegos que no todos los niños pueden usar. Sin embargo, los que se divierten en ambos sectores son los mismos: los que pueden saltar, trepar y correr. La dueña del quiosco de la esquina dice que a esa plaza limpia y de coloridos juegos “no va nadie”. Tal vez sea porque, para que una plaza sea accesible no sólo debe tener rampas, sino que debe estar en el barrio en el que cada chico la necesite.


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